Seguimos luchando por no sufrir la precariedad laboral y dejar de ser las esclavas del siglo XXI
Recientemente, tuve una conversación con una excompañera sobre la situación actual de la temporada turística. Ella había empezado a trabajar esta pasada Semana Santa y ya se notaban en su rostro los signos evidentes de agotamiento; ojeras pronunciadas y un aspecto demacrado.
Por supuesto que hay establecimientos hoteleros que cumplen con todas las leyes pero en el hotel donde se emplea ella, los convenios laborales parecen ser ignorados, privándola a ella y a sus compañeros de los dos días de descanso semanales que estipula la ley. A pesar de que Lloret de Mar sigue consolidándose como un destino turístico de renombre mundial, atrayendo un número récord de visitantes cada año y beneficiándose de inversiones millonarias en promoción, las mejoras en las condiciones de vida y laborales de quienes sostienen el sector turístico son prácticamente inexistentes. Las camareras de pisos, por ejemplo, continúan enfrentándose a jornadas extenuantes, limpiando una media de veinticinco habitaciones y áreas comunes al día.
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Nosotras, las conocidas como las Kellys (las Ke Limpian), llevamos años exponiendo ante los medios y la opinión pública la dura realidad de nuestro trabajo y cómo este nos impide llegar a la jubilación en condiciones activas. Muchas de nosotras nos vemos obligadas a abandonar nuestros puestos debido a lesiones que, lamentablemente, no son reconocidas como incapacidades por la Seguridad Social, resultando en penalizaciones en nuestras futuras pensiones.
Última acción realizada
El pasado martes, 16 de abril, nos dirigimos a Barcelona para reclamar, una vez más, que se considere nuestra situación en las actuales negociaciones sobre la jubilación anticipada de colectivos con trabajos penosos, las cuales están siendo discutidas entre el gobierno y los sindicatos. En esta ocasión, llevamos nuestro caso ante la presidenta de la mesa del pacto de Toledo, Merce Perea, y las diputadas del PSOE Blanca Cercas Mena y Beatriz Silva. Es imperativo que aparezca una figura política decisiva que defienda nuestro derecho a no ser tratadas como las esclavas del siglo XXI.
