Se cumplen 15 años de la nevada que paralizó Lloret de Mar: miles de hogares sin luz y pérdidas millonarias
El lunes 8 de marzo de 2010, Lloret de Mar vivió una de las jornadas más caóticas de su historia reciente. Una nevada histórica, la más intensa en más de 65 años en Cataluña, dejó incomunicada gran parte de la comunidad, colapsó el transporte y dejó sin suministro eléctrico a 200.000 hogares en Girona, afectando especialmente a la Costa Brava.
Caos en las calles y miles de hogares a oscuras
Desde primera hora, la nieve empezó a dificultar la circulación en más de 60 carreteras catalanas, dejando atrapados a numerosos conductores. Además, 142.000 alumnos en los centros escolares catalanes se quedaron sin clase. Sin embargo, lo peor llegó por la tarde, cuando una línea de alta tensión de 220.000 voltios que conectaba Vic con Juià se desconectó, provocando un apagón masivo en Girona.
En Lloret de Mar, el corte de luz dejó a miles de familias sin calefacción ni recursos, obligándolas a improvisar soluciones para sobrellevar la situación. Cientos de negocios se vieron obligados a cerrar durante días, provocando pérdidas millonarias. En supermercados, restaurantes y los hogares, la falta de electricidad provocó el estropicio de neveras llenas de productos, que tuvieron que ser desechados.
Hoteles como refugio y Blanes como salvación
Ante la emergencia, algunos hoteles de Lloret improvisaron generadores y acogieron a cientos de familias que buscaban una alternativa para no pasar la noche en total oscuridad y frío. Mientras tanto, la vecina localidad de Blanes, que sí mantuvo el suministro eléctrico, se convirtió en el “pueblo de adopción” de muchos lloretenses, que pasaban allí el día para disfrutar del comercio y la restauración, y algo “vital”: cargar los móviles.
Una crisis con un lado humano
A pesar del desastre, la nevada dejó también una estampa entrañable en muchos hogares. La falta de luz obligó a las familias a buscar formas de entretenimiento sin pantallas: jugar con la nieve acumulada en cada rincón de la población, rescatar juegos de mesa, contar historias y fomentar la comunicación. En medio del caos, la unión familiar se fortaleció, dejando un recuerdo agridulce de aquellos días de incertidumbre.
Quince años después, Lloret de Mar aún recuerda aquella gran nevada que paralizó la ciudad, dejando una lección sobre la importancia de la preparación ante fenómenos climáticos extremos.
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