ColumnesNotíciesÒscar Portela

Robots en la hostelería

Hace ya unos años, en un viaje a Japón, vi los primeros robots camareros y no dejaban de ser más una atracción o reclamo del local de turno, para así atraer clientes curiosos y la verdad es que lo conseguían y con gran éxito.

En Europa acostumbramos a ir a remolque de las innovaciones tecnológicas, pero llevamos observando el desembarco de gran cantidad de robots camarero en los últimos años, al principio los encontrábamos en locales de comida asiática, pero últimamente y ante la escasez de mano de obra cualificada, los estamos empezando a ver en diferentes tipos de negocios hosteleros.

En un principio podría parecer que los robots han llegado para relegar al humano y quitarle el trabajo, pero esto no tendría porqué ser así, ya que lo idóneo sería que fuesen un soporte al personal de sala, para llevar hasta la mesa los platos o bien para levantar los mismos una vez concluido el servicio y llevarlos a cocina o al office y que el camarero se pueda centrar en el trato humano con el cliente de manera más personalizada.

Pese a todo ello, se podría pensar que se corre el peligro de que el empresario invierta entre 3.000€ y 12.000€ (lo cual el empresario se desgrava) o bien un renting (el cual no comporta gastos de mantenimiento para la empresa) para hacerse con uno de estos robots con la intención de tener un “trabajador” incansable, que nunca cogerá una baja, al que no hay que pagarle horas extras, seguridad social, formación, vestuario o una nómina cada mes y sin pasar por comités de empresa, etc.

Yo, personalmente los veo como un complemento para facilitar el trabajo y hacer que se encarguen de llevar los platos sucios de las mesas a cocina e incluso llevar los platos al cliente, en según que tipo de local. Debería ser una innovación similar a los terminales móviles mediante los que se anotan comandas e instantáneamente llega la orden a cocina y barra, pero jamás se debe tratar de eliminar la interacción humana con el cliente, ya que debemos recordar que el turismo vende servicios y experiencias, que son cosas intangibles.

¿Qué pensáis de ello?

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