ColumnesTotes les Notícies

Lucy y la huella del tiempo: de los orígenes de la humanidad a la lucha por la igualdad

El 8 de marzo es un recordatorio imborrable de las atrocidades que han azotado a las mujeres a lo largo de la historia, incluso por manos de otras mujeres, tal y como ocurrió en el año 2020, cuando la celebración del día de la mujer se tornó en duelo ante la devastación del COVID-19, ideología por encima de la seguridad y el bienestar de las personas. Para aquellos que perdieron a sus seres queridos, cada año se reviven las sombras de ese día, como un eco persistente que les roba la posibilidad de nuevos comienzos. La memoria del dolor se convierte en una prisión, donde el tiempo se detiene y los nuevos 8 de marzo parecen no tener sentido. ¿Cómo viven estos días los familiares de aquellas víctimas? ¿Cómo ha cambiado su manera de ver la lucha por los derechos de las mujeres?. Personalmente, no puedo olvidar, porque no quiero olvidar.

Repasemos en lo que hemos avanzado: siguen saliendo los violadores de las cárceles antes de cumplir sus pésimas condenas, e incluso se les rebaja las penas, y todo gracias a algunas decisiones políticas que han tenido consecuencias inesperadas, como la reducción de penas para ciertos delitos que afectan directamente a las mujeres.

Si va a ser así, miren, mejor vuelvan a dejarlo como estaba. En Afganistán, las mujeres son silenciadas, su voz es considerada un pecado por los talibanes, quienes, irónicamente, son los auténticos pecadores. ¿Por qué existen seres con tal vocación de daño, cuya única finalidad parece ser la opresión de las mujeres?

Esta complicidad del mundo entero en la perpetuación de la violencia es un recordatorio escalofriante de que todos somos, de alguna manera, cómplices de las atrocidades que ocurren en nuestro planeta. Homo sum, humani nihil a me alienum puto (soy un hombre, nada de lo humano me resulta ajeno). En el Reino Unido, miles de niñas han sido víctimas de violación, y el silencio ha sido la respuesta, priorizando el temor al racismo sobre cualquier atisbo de justicia. En algunos casos, el miedo a ser acusados de racismo ha llevado a que se silencien delitos graves, dejando desprotegidas a muchas niñas y hoy, más que nunca, esa razón resurge.

He alzado la voz contra la invisibilización de las mujeres en la universidad tanto como autoras, pensadoras, matemáticas, etc., pero a pesar de mis esfuerzos, seguimos atrapadas en la misma realidad, y el dolor de esta inacción es profundo. La sabiduría radica en errar y aprender; ignorar y no rectificar es un signo de vulgar ignorancia.

Ahora, al margen de lo que el ser humano haga o deshaga, juzgue, trate o interprete; desde el cuerpo que respiro, del lugar desde donde les hablo y la fecha en que les digo, le explicaré y justificaré brevemente mi humilde opinión/conclusión por qué nuestra desigualdad es estrictamente necesaria y es la medida exacta que nos hace seres humanos iguales, y si me apuran, la única.

Para comenzar los pondré en contexto:

Entro en esa fase que llaman premenopáusica, por lo que he escuchado decir y quejarse al respecto a mis compañeras de género. En estas menstruaciones entre mis piernas la sangre sale con prisa y en una medida oceánica, creando a su paso un mal estado general que te genera el desangrarte, es sangre roja, fresca, limpia, como la de una herida de guerra, casi como si saliera directa de uno de los ventrículos del corazón, filtrada y oxigenada, se la puede ver latir en el reflejo de la cerámica blanca del baño, la compresa parece adquirir latido propio, y esta es la última entre las últimas.

Es curioso y doloroso, las reglas que no tuve (padecía retrasos de meses), los óvulos que no gasté, los hijos que no engendré, huyen de mi cuerpo al mundo, a la Naturaleza de la que provienen, quizás sean la mitad de almas, en busca de sus otras mitades, para convertirse y renacer de nuevo en los seres humanos que somos. Porque somos lo mismo, nuestra alma no es una como se nos ha explicado hasta ahora, un ser humano nunca será un ser único «per se», porque si lo descuartizásemos hasta reducirlo a la más pequeña partícula, átomo o mónada… y tuviésemos el conocimiento y la tecnología suficientes, veríamos que esa sustancia abstracta llamada alma es una amalgama de dos ADN distintos, Y masculino y X femenino, que al juntarlos se vuelven perfectos, dando lugar al fenómeno de la creación de un nuevo Ser Humano.

Este es el verdadero fenómeno de la creación…

…y la existencia, una danza de dualidades que nos recuerda que, en última instancia, todos estamos interconectados en la búsqueda de la igualdad, la libertad y la justicia.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Articles relacionats

Back to top button