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Día Mundial de la Endometriosis | “Sobreviví a la enfermedad: la cicatriz que cuenta mi historia de lucha y renacimiento”

Hoy, 14 de marzo, es el Día Mundial de la Endometriosis, una enfermedad invisible pero debilitante. Cada año, en esta fecha, el mundo pone el foco en esta patología, que afecta a entre el 5 % y el 10 % de las mujeres en edad reproductiva. A pesar de su alta prevalencia, sigue siendo poco comprendida y, en muchos casos, subdiagnosticada, lo que retrasa el acceso a tratamientos adecuados.

¿Qué es la endometriosis?

La endometriosis es una enfermedad benigna, crónica y, en muchos casos, progresiva, caracterizada por el crecimiento del tejido endometrial fuera del útero. Este tejido, que normalmente recubre la cavidad uterina y se desprende con la menstruación, puede implantarse en otros órganos, como los ovarios, las trompas de Falopio, el peritoneo e incluso el intestino o la vejiga.

Hoy, una de nuestras lectoras nos comparte su experiencia con esta enfermedad:

“Sobreviví a la enfermedad”

Hola, soy Montserrat Herrera, soy de Lloret de Mar, tengo 55 años, vivo en Lloret de Mar, y en este Día Mundial de la Endometriosis quiero contar mi historia. Una historia terrible con un final feliz, que espero sirva para alertar a otras mujeres y evitar que pasen por lo que yo viví.

Soy madre de tres hijos nacidos de partos naturales. Me sometí a un par de intervenciones para extraer algunos quistes sin importancia, pero que, al parecer, eran los causantes de menstruaciones dolorosas e interminables. Esas reglas me obligaban a medicarme para aliviar el dolor y regular su duración. Sin embargo, nadie me habló nunca de esta terrible enfermedad silenciosa y cruel, que no solo me hizo sufrir cada mes, sino que estuvo a punto de costarme la vida. Y no solo una vez… sino dos.

A los 52 años, mi menstruación seguía siendo regular, pero los dolores eran cada vez peores. En mi época, nos habían educado para creer que la regla era así, que era normal sufrir durante esos días cada mes. Yo siempre he sido una mujer fuerte y, a pesar de mencionarlo en numerosas revisiones ginecológicas, ningún médico me habló de la endometriosis. Hasta que un día, mi abdomen se inflamó como si estuviera embarazada de seis meses y los dolores fueron insoportables.

Recuerdo que estaba comiendo con mi marido en un restaurante cerca de Barcelona cuando, de repente, mi cuerpo y mi mente me avisaron: no podía comer más, no podía caminar, apenas podía regresar al coche. Fui a urgencias y me dijeron que tenía gastroenteritis. Me enviaron a casa, pero el dolor era insoportable. Volví, y de nuevo la misma respuesta: gastroenteritis y una acumulación de gases detectada en una radiografía.

Era enero de 2022, en pleno brote de COVID-19, y los hospitales estaban saturados. Volví a urgencias una tercera vez porque no podía soportar el dolor. Pasé la noche pegada al baño, con el vientre a punto de explotar. Desesperada, supliqué que me hicieran más pruebas. Al verme en ese estado, un médico me derivó al hospital de Calella para realizarme un TAC a la mañana siguiente. Pero no aguanté hasta la hora de la prueba. Me presenté en Calella esa misma noche… y menos mal que lo hice.

Tenía una oclusión intestinal a punto de reventar mi intestino. Me trasladaron en ambulancia y me operaron de urgencia. Me extirparon una parte del intestino y me dieron 54 puntos de sutura, de arriba abajo, en el abdomen.

Al principio, creyeron que era un tumor de colon, pero resultó no serlo. ¿Qué lo había causado entonces? Siempre había tenido una digestión normal, sin problemas intestinales. Estuve ingresada 20 días. Mi marido se despidió de mí en el hospital de Calella y no volvió a verme hasta que me dieron el alta. Me recuperé física y psicológicamente de ese episodio y seguí adelante.

La pesadilla se repite

Seis meses después, en agosto, el mismo dolor regresó. Sabía exactamente qué era, y el pánico se apoderó de mí. Estuve en cama, martirizada, hasta que mi marido me llevó al hospital de Girona.

“No es nada”, me dijeron de nuevo. “Una gastroenteritis, gases… algo te ha sentado mal”. Me administraron medicación intravenosa, pasé horas en observación y, al no encontrar nada grave, me enviaron a casa. Pero el dolor no se iba. Me daba vergüenza insistir, pero sabía que algo no estaba bien.

Volví a urgencias, y esta vez un médico decidió enviarme a ginecología. Ahí, por primera vez, alguien pronunció la palabra que nunca antes había oído: endometriosis.

El ginecólogo me realizó una ecografía vaginal y, por primera vez, alguien me explicó lo que era esta enfermedad y lo grave que podía llegar a ser. Me recetó un tratamiento urgente y me derivó a la unidad de endometriosis del hospital. Sí, existe una unidad especializada en esta enfermedad.

La medicación era muy fuerte y me hacía sentir fatal. A los dos meses, acudí a una nueva consulta con la doctora encargada de evaluar mi evolución. Era mediados de octubre, y en la ecografía descubrió nuevos brotes de endometriosis presionando mi intestino. La medicación no estaba funcionando.

Le mencioné que tenía planeado un viaje a Tailandia y que quería irme tranquila, pero la doctora me aconsejó cancelarlo. “Si te vuelve a pasar lo mismo, podría costarte la vida”, me advirtió.

No se equivocó. La pesadilla se repitió. De nuevo, urgencias, cirugía, 54 puntos abiertos otra vez, otra parte del intestino extirpada. Pero esta vez, la batalla terminó.

Me retiraron la menstruación a los 53 años. Y gracias a eso, hoy puedo decir que estoy viva y bien.

No fui a ese viaje, pero me recuperé después de meses de lucha y, finalmente, pude hacerlo. En Tailandia, me tatué en mi cicatriz un almendro en flor, símbolo de larga vida en su cultura.

Hoy, esa cicatriz ya no me recuerda mi sufrimiento. Ahora es el símbolo de mi renacimiento.

Con esta historia, espero dar visibilidad a la endometriosis y ayudar a que las adolescentes sepan que la regla no tiene que doler. Si duele, algo no está bien.

Gracias por leerme y por permitirme dar voz a esta enfermedad.

One Comment

  1. Yo he pasado por lo mismo y es terrible gracias por dar visibilidad a esta enfermedad terrible
    Y vivo en Lloret y me alegro poder ver que la gente cada ves muestra la realidad de muchas mujeres

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