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Cartas al Director | “Mi casero me echó de casa, me agredió, me robó y acabé en la calle: así empezó mi pesadilla en Lloret de Mar”

Hoy en Lloret Gaceta recibimos una de esas cartas que obligan a detenerse y reflexionar. Un testimonio en primera persona que pone sobre la mesa el trato humano, la fragilidad de muchas personas y la dura realidad del acceso a la vivienda. No es una opinión más ni un relato lejano: es la voz de alguien que lo ha vivido en primera línea y que nos ha pedido que su historia se cuente para que no caiga en el olvido.

Cartas al Director:

Escribo estas líneas para contar, en primera persona, una historia que jamás pensé que me tocaría vivir. Me llamo Sheila Rivera Martín, tengo 43 años, soy pensionista y viuda, y durante semanas mi vida dio un giro radical tras alquilar una habitación en Lloret de Mar. Lo que empezó como una solución para tener un techo acabó convirtiéndose en una situación de miedo, denuncias, indefensión y violencia.

Todo estalló la madrugada del 20 de noviembre. Aquella mañana, mi casero apareció ebrio y muy alterado. Según me dijo, se le había roto el móvil, y sin previo aviso ni motivo real decidió echarme de la habitación. Me gritó, me acusó de deberle dinero por gastos que niego rotundamente y me expulsó de malas maneras, dejándome fuera mientras todas mis pertenencias seguían dentro del piso.

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Durante dos días estuve literalmente en la calle, soportando el frío de finales de otoño, sin ropa ni objetos personales. Cuando pude cobrar parte de mi pensión, pasé una noche en un hotel y después encontré un hostal modesto, donde a vísperas de Navidad sigo viviendo. Pago 600 euros, pero al menos duermo tranquila, con la certeza de que nadie va a echarme de un día para otro.

Una agresión en plena calle

Cuando parecía que todo había terminado, llegó lo peor. Días después, el 24 de noviembre, entre las 16:30 h y las 17 h, en los alrededores del Hotel Don Juan, el mismo casero me agredió y me atracó. Sabía que ese día había cobrado la pensión. Yo iba acompañada de un amigo que me ayudaba a llevar una maleta, uno de los pocos objetos que me quedaban. Mientras intentaba arrebatármela, grabé la agresión con el móvil, pero al darse cuenta me lo quitó y lo estampó contra el suelo para destruir las pruebas. No consiguió el dinero, pero sí me robó algunos objetos personales y pisoteó mis cosas a plena luz del día.

Llamamos a los Mossos d’Esquadra, que tardaron unos 40 minutos en llegar. No quisieron recoger la denuncia por el móvil roto por falta de pruebas, algo que me dejó totalmente desamparada. Por eso, y un trato nefasto por parte de las autoridades, presenté una reclamación con el número de placa de los agentes. A continuación fui al CAP de Lloret, donde me hicieron un parte médico por heridas en las manos, el codo y moratones en los brazos. Además, en ese momento estaba sin DNI, ya que me lo habían robado semanas antes y no tengo cita hasta febrero, lo que complicó todavía más todos los trámites.

El juicio y la espera

Al día siguiente me encontré con una sorpresa: había una denuncia de mi casero contra mí. Yo no denuncié antes porque, tras la agresión y el CAP, solo quería descansar. Aun así, presenté mi denuncia por robo con agresión y destrucción de pruebas, quedando el caso en denuncias cruzadas. El pasado miércoles, 17 de diciembre de 2025 se celebró el juicio y ni el casero ni su testigo acudieron. Eso hizo que mi denuncia siguiera adelante: fue multado con 250 euros por daño físico, 200 euros por la rotura del móvil, además de las costas judiciales, cerca de 1.800 euros por no presentarse. Su denuncia quedó archivada y desestimada. Ahora solo me queda esperar entre dos y tres semanas para la sentencia final.

Hoy vivo más tranquila en el hostal, lejos de esa persona. He descubierto que el dinero que me reclamaba era porque en realidad lo debía él a otra persona, además de tener la luz pinchada en su comunidad. Quiero contar mi historia porque el problema de la vivienda es cada vez más grave y hay quien se aprovecha de la necesidad ajena.

Como digo siempre: “De la necesidad de otros, mucha gente hace su propio negocio”.

Sheila Rivera

Gracias por llegar hasta aquí

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